Cuando terminamos una relación, perdemos un ser querido o las cosas no salen tan bien cómo pensábamos con una persona, hace que nuestro cuerpo libere hormonas como la cortisona y la adrenalina. Físicamente podemos sentir nauseas, dificultad para respirar y dolor en el pecho. Investigadores de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, descubrieron que las áreas del cerebro relacionadas al dolor físico se activan a unos niveles increíbles cuando pasamos por esos momentos tan incómodos. En pocas palabras: el despecho duele, literalmente.
Resulta que cuando estamos enamorados nos volvemos adictos a la dopamina que liberamos cuando estamos con esa persona que nos enloquece. Entonces, cuando la relación se acaba y dejamos de producir nos da síndrome de abstinencia, como si estuviéramos en proceso de dejar de las drogas, no estoy exagerando. Pero, ¿es posible morir de mal de amores?
Sí, pero las probabilidades son menores al uno por ciento. Un despecho puede ser el detonante de la llamada cardiomiopatía de Takotsubo o síndrome del corazón roto. Al contrario del infarto tradicional no deja secuelas en las arterias coronarias sino en el músculo cardíaco. Michael Ward, cardiólogo australiano, ha tratado a más de 200 personas diagnosticadas con Takotsubo y aseguró que la tasa de mortalidad es irrisoria, casi despreciable. Hasta el terrible despecho tiene una explicación científica.
Todo dolor físico suele prevenirnos de un peligro inminente. No obstante, todo lo que incremente nuestra capacidad de supervivencia como especie debe permanecer y eso incluye socializar, hacer amigos y… Enamorarse. Así que debemos aprender a ser más asertivos escogiendo a nuestras parejas potenciales.